La semana pasada fue lanzado el estudio “La crisis del sistema de pensiones en Chile: Una mirada desde la economía feminista”, elaborado por un equipo de economistas, sociólogas y abogadas de la Universidad de Chile y la Universidad de Concepción, quienes utilizan elementos de la economía feminista y datos de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) para plantear al menos tres grandes problemas del sistema de capitalización individual.
El estudio, de la Cooperativa de Economía Feminista Desbordada, plantea que las AFP no consideran el trabajo doméstico y de cuidados como una labor digna de recibir pensión, aun cuando son indispensables para sostener la vida de las personas. Si bien existen reformas que reconocen implícitamente este tipo de trabajos, lo hacen solo para las mujeres madres, y dejan fuera otros tipos de trabajos domésticos y de cuidados. “Hay quienes dicen que las reformas que se han hecho sistema previsional, como el Pilar Solidario o el Bono por Hijo, se hacen cargo de este problema, pero son insuficientes porque no permiten sacar de la precariedad a quienes realizan estas labores”, plantean las autoras.
Un segundo problema es que el sistema de pensiones chileno asume que quien cotiza es una persona con un ciclo de vida no representativo de la realidad de mujeres y de quienes se dedican a estos trabajos. Se basa en una persona —en general varón— con tres etapas de vida definidas: estudios, participación ininterrumpida en el mercado laboral y jubilación. Sin embargo, este ideal no se ajustaría al trabajo doméstico y de cuidados. Según los datos, los tiempos dedicados al cuidado se mantienen relativamente constantes en los diferentes tramos de edad (Figura 1), y son las mujeres las que ofrecen más horas de este trabajo a lo largo de su vida.
Los datos muestran que al considerar el trabajo remunerado y no remunerado (Figura 2), las personas, en especial mujeres, no se jubilan de sus funciones en ningún momento de sus vidas. Incluso después de los 70 años, éstas siguen trabajando hasta 40 horas semanales, casi una jornada laboral completa.
Si bien en los registros previsionales de las mujeres se pueden observar comúnmente lagunas, si se observa todo el tiempo de trabajo que realizan sin pago ni reconocimiento, se puede afirmar que las mujeres trabajan toda su vida. Dedicarse a labores domésticas y de cuidados no debiera ser entendido como ausencia de tiempo laboral. Las lagunas no existen, este concepto se basa en una idea errada de lo que significa trabajar, sostiene el equipo de investigación.
Por último, un tercer problema identificado en el estudio es que el sistema de AFP asume que las personas que trabajan en el mercado laboral formal son totalmente autosuficientes, desconociendo la interdependencia entre las personas y su necesidad de cuidado. Como plantea el documento, también los varones adultos necesitan comer, vestirse, asearse, ser cuidados cuando están enfermos, para sobrevivir y participar del mercado laboral.
Si se analiza el tiempo de trabajo remunerado y no remunerado que realizan hombres y mujeres, según su estado civil, además de reconocer la tradicional división sexual del trabajo, donde las mujeres con pareja
masculina dedican una proporción mayor de tiempo al trabajo no remunerado (Figura 3a) y los hombres al trabajo remunerado (Figura 3b); también es posible identificar cómo estas mujeres trabajan en promedio más que aquellas que no están emparejadas, en trabajos no remunerados y en el global.
El estudio agrega que, en Chile, la carga de trabajos domésticos y de cuidados a nivel del hogar no baja de las 70 horas semanales, y que las mujeres realizan entre el 68% de esa labor cuando ellas y sus parejas tienen un empleo y el 77% cuando ellas no tienen un empleo pero sus parejas sí. Es llamativo que, incluso en los casos en que las mujeres tienen empleo y sus parejas no, ellas realizan más de la mitad de las tareas del hogar.
El sistema de pensiones solo valora y paga el trabajo que se realiza en el mercado laboral, que es posible
gracias a quienes se quedan en los hogares realizando trabajo doméstico y de cuidados para sostener las
condiciones de vida de la familia. La desigual distribución del trabajo no remunerado y la sobrecarga que se llevan las mujeres durante toda su vida son problemas que un sistema de seguridad social no puede dejar de lado, concluye el estudio.