El soberano ejerció su poder


Por Luis Mesina

Hace cuatro años, un domingo 24 de julio del año 2016, cientos de miles de personas salieron a las calles en todo el territorio nacional a gritar fuerte y claro NO+AFP. Era la expresión de millones de chilenos que después de años de tolerar una estafa institucionalizada traducida en pensiones de miseria, decidían manifestar su voluntad de acabar con el injusto sistema. La gente común, los trabajadores y trabajadoras veían como esas pensiones indignas condenaban a sus padres a una vejez miserable al mismo tiempo que tomaban conocimiento de las pensiones millonarias que recibían los operadores políticos de la época. La conocida pensión Olate, de una funcionaria de Gendarmería fue la chispa que encendió la movilización.

Como suele suceder muy a menudo en nuestro país, las autoridades de la época se mostraron sorprendidas, desconocían la vida pordiosera que enfrentan millones de habitantes de nuestro país en las comunas periféricas de las grandes ciudades, que diariamente deben luchar con mucho ahínco por conseguir un sustento para sus hogares. No sabían que hombres y mujeres pasado los 70 años siguen poniéndole el hombro para alcanzar el pan de cada día.

Los medios de comunicación destacaron el carácter transversal de las multitudinarias marchas, enfatizando el carácter alegre y pacífico de las mismas y junto a las AFP, desarrollaron una estrategia comunicacional que buscó focalizar el problema no en las AFP, sino en el desconocimiento de las personas sobre el sistema: en que ahorran poco, cotizan cortos periodos y, en definitiva, el problema no son las AFP, sino, de los gobiernos de turno no efectuaron a tiempo las correcciones adecuadas y, también, la culpa es personal, es de los trabajadores que no han ahorrado lo suficiente.

La estrategia sistemática consistió en resaltar las bondades del sistema y el buen desempeño de la industria de las AFP al haber conseguido tasas de rentabilidad promedio cercanas al 8% y, que prácticamente dos tercios de los ahorros eran fruto de la exitosa gestión de las AFP.

El gobierno de la época tenía dentro de sus filas a destacados representantes de las AFP. El ministro de Hacienda se hizo cargo de la estrategia, había que desarmar al movimiento responsable de las multitudinarias convocatorias. Una práctica conocida, es provocar el desgaste del movimiento y la descalificación de quienes lo dirigen. Con la complicidad del canal público de televisión, desataron la ofensiva para desacreditar las reivindicaciones que el movimiento demandaba.

La mentira fue el arma más utilizada. No podían defender a las AFP, entonces, decidieron contraatacar descalificando los sistemas de seguridad social que en su mayoría son de reparto y funcionan bajo el principio de la solidaridad, antagónico totalmente a la capitalización individual, que ha sido el principio dominante desde la dictadura hasta nuestro días, impulsada por todos quienes han dirigido la conducción del Estado chileno.

Y claro, esa idea antihumana instalada por el monetarismo en la década de los 80, de que el esfuerzo individual es el motor de la historia y que todas esas ideas de solidaridad y colectividad no son más que ideas añejas y trasnochadas que solo buscan esconder la mediocridad para impedir que los talentosos triunfen, logró predominar en las últimas décadas impulsada y defendida por todos los gobiernos post dictadura.

Eso explica porqué nuestro país se ha hecho tan desigual y porqué se produjo la rebelión del 18 de octubre.

Y aunque dicen que comprendieron, no es cierto, no han entendido nada. Ni este gobierno, ni los anteriores. Han buscado todos los medios para mantener intactos los pilares del modelo privado en que convirtieron a nuestro país. Son los grandes empresarios los que fijan la agenda de la política pública. Determinan los contenidos de la misma y establecen los criterios sobre los cuales es posible provocar cambios, claro está, siempre protegiendo y cautelando lo esencial del modelo chileno, su carácter privado de todos los bienes públicos, incluida el agua y todos los derechos sociales.

Pero Chile despertó. Estas últimas tres semanas, bajo confinamiento, el pueblo se armó de fuerzas nuevamente y ya no solo ejerció su legítimo derecho a recuperar una fracción de su ahorro previsional, sino que fue más allá, lo que es expresión de una madurez que hace tiempo no lográbamos expresar, asumió el deber y la responsabilidad de supervisar y fiscalizar a los congresistas para ver cómo se expresan en el hemiciclo del congreso. Por primera vez, en cuatro décadas el soberano ejerció su poder, y los congresistas debieron actuar y comportarse sabiendo que el pueblo les estaba vigilando.

Estas semanas han sido semanas de mucha politización de la ciudadanía. Es extraño, estamos confinados, pero más atentos y dispuestos a defender lo que nos pertenece. Ese ha sido la gran lección y el gran triunfo que ha logrado esta semana el pueblo de Chile.

De nada sirvieron las amenazas del gran empresariado, de poco los editoriales mercuriales y las opiniones de académicos y políticos claramente con conflictos de interés que auguraban un panorama apocalíptico si se retiraban los fondos de los trabajadores. Nada de eso ocurrirá. Ya no les sirven sus mentiras porque no se les cree. Las campañas del terror con las que nos han gobernado por casi medio siglo comienzan a ver el fin. Las estrenaron a fines de los ochenta con el plebiscito, lo han usado cada vez que el pueblo ha demandado cambios importantes y, ahora, vuelven con la misma estrategia y extrañamente con las mismas caras del pasado, como intentando detener el curso de la historia.

Chile hace cuatro años atrás dijo NO+AFP y la semana pasada le dimos el más duro golpe a la industria más importante creada en dictadura y que se ha convertido en el pilar fundamental del modelo chileno y que derribándola, acabaremos también con todos los resabios heredados de una de las épocas más oscuras de la historia de Chile. La tarea es grande, pero, el pueblo se puso de pie y no parará hasta acabar con esta tremenda injusticia que provoca miseria a las mayorías y privilegios a una minoría, convirtiendo de paso a nuestra democracia en una caricatura, que comienza paso a paso desmoronarse.