Como comentó con razón, en internet, un lector de esta noticia del diario La segunda: “El salario mínimo lo fijan los que ganan el salario máximo, y si fuera al revés, ¿lo aceptarían los políticos?”
El periódico La Segunda, nos informa que la “Cámara de Diputados aprueba aumento del salario mínimo a $181.500” y que además “Este reajuste supera en $1.500 la propuesta inicial de Hacienda y reajusta en un 5,5% nominal y en 2,2% real el monto.»
De acuerdo con estadísticas del INE, a mayo de 2011 la inflación acumulada en 12 meses según el IPC, era de 3,3%, y se estima que en el año 2011 superara el 4%. Pero además, en la realidad la inflación de precios de artículos y servicios de primera necesidad como alimentos y bebidas, transporte, y electricidad supera el 10%. Los trabajadores que reciben el salario mínimo destinan el grueso de sus ingresos a estos bienes básicos que son los que más han subido de precio. Es evidente que el magro aumento del salario mínimo que impulsa el gobierno, no compensa la pérdida de poder adquisitivo por la inflación del salario mínimo. Otro comentario de un lector en la internet: Como diría Charly, «nos siguen pegando abajo!»
Al tiempo que el gobierno nos bombardea con un discurso exitista, asegurando que tendremos un gran crecimiento económico, y que las grandes fortunas y conglomerados empresariales multiplican sus utilidades como pocas veces, se insiste majaderamente en que no se puede subir el salario mínimo significativamente, porque eso provocaría desempleo, o que agravaría el problema de la cesantía juvenil. En realidad no hay ninguna demostración que eso ocurra en la realidad, hay muchos otros factores que influyen en la tasa de desempleo. Incluso podría objetarse desde otra perspectiva que la subida del salario mínimo podría permitir fortalecer la demanda del mercado interno, y tendría otros resultados positivos como presionar para que se introduzcan nuevas tecnologías que aumentarían la productividad de la fuerza laboral. Por lo demás el gobierno tiene múltiples mecanismos para reducir el problema del desempleo juvenil, por ejemplo si la educación superior fuera gratuita tendríamos muchos más jóvenes aumentando su calificación laboral futura y se retardaría su ingreso al mercado laboral como mano de obra poco calificada. Hay otros mecanismos como subsidios a los primeros empleos etc.
$350.000 sería el mínimo que deberían pagar.
Pero no hay duda alguna, que el salario mínimo actual condena a millones de familias a la pobreza. Condenados a ser pobres aunque existan ingresos regulares en el hogar. Es brutal que en un país que supuestamente se está acercando al umbral del desarrollo, que ha sido aceptado en la OCDE, y se acerca a un ingreso per cápita de 15.000 dólares, más de un millón de trabajadores, que laboran en ocupaciones duras y poco consideradas socialmente, reciban un salario mínimo de $181.500. Resulta francamente indignante que personas que trabajan regularmente todo el mes sean siempre pobres, sin que su trabajo les de posibilidad de salir adelante. A quien le puede extrañar con estos salarios que Chile sea ahora el país con la peor distribución de la riqueza de América del Sur.
Además el monto del salario mínimo afecta al grueso de los trabajadores a quienes los empresarios, burlan de su derecho a recibir participación del 30% en las utilidades de las empresas, señalado en la legislación, apelando a la alternativa que les permite la ley de dar una gratificación del 25% del sueldo base, pero además esta gratificación tiene un tope equivalente a 4,75 Ingresos Mínimos Mensuales. Como se ve el argumento que a veces se esgrime que a la mayoría de los trabajadores no les interesa el salario mínimo porque ganan más, es completamente falso.
Se han hecho cálculos razonables que indican que el salario mínimo debería ser de $350.000. Y si el actual es tan miserable en relación con las necesidades de la gente trabajadora no es por ninguna razón técnica, sino porque el balance de fuerzas en el reparto de la riqueza nacional sigue favoreciendo a los más ricos, en gran medida por la falta de organización y resolución de los trabajadores, y la ineficacia, cuando no directamente la corrupción, de los dirigentes de las organizaciones sindicales, como la CUT, comprometidos con intereses ajenos, y cuya conducta proyecta una imagen muy distinta a aquel ejemplo que nos dejaron los grandes hombres de vida austera y espíritu de sacrificio que dirigieron el movimiento de trabajadores en otras época como Luis Emilio Recabarren y Clotario Blest.
Desigualdad extrema
Frente a la pobreza de millones, y las dificultades para llegar a fin de mes, y pagar deudas del grueso de la gente de trabajo en Chile, tenemos la concentración desproporcionada de la riqueza. En un reciente artículo publicado en El Mostrador, “Desigualdad y Riqueza Extrema en Chile”, el investigador Julio Berdegué, señala que: “En Chile tenemos cuatro multi-billonarios en dólares, según el ranking de la revista Forbes. Tres de ellos dentro de los top 100. De menor a mayor: el Presidente de la República ($2,4 billones de dólares), los hermanos Matte ($10,4 billones), Horst Paulmann y su familia ($10, 5 billones) y la familia Luksic ($19,2 billones). Cuatro familias tienen una fortuna personal de $ 42,5 billones de dólares. La fortuna de estas cuatro distinguidas familias chilenas equivale al ingreso anual del 80% de la población de Chile. Sí, 80%. ¿Difícil de creer? Saque usted las cuentas, los datos están en Forbes.com, y en los resultados del ingreso por decíles de la encuesta CASEN en la página web de MIDEPLAN.”
Patricio Guzmán