Las transformaciones que ha experimentado la banca y el sistema financiero en las últimas décadas son notables. Sus efectos impactan no solo a quienes laboran en esta industria, sino que al conjunto de actores que hacen posible la existencia de este sector económico, sean estos ahorrantes que confían sus recursos a la banca; deudores de créditos de consumo o hipotecario y, todos quienes de una u otra forma, interactúan a través de instrumentos financieros.
Lo que más impacta es la creciente digitalización, según datos del Informe Mundial sobre “Banca Retail del 2021, más del 81% de los usuarios del sistema financiero señalaba que la facilidad de acceso y la flexibilidad de los nuevos servicios bancarios digitales les haría dejar de lado su banco tradicional”.
Ello se manifiesta en menos presencialidad física en las instituciones bancarias, lo que al mismo tiempo implica una oleada de cierres de oficinas de parte de la banca tradicional y un aumento importante de pérdidas de puestos de trabajo.
La automatización no es un fenómeno nuevo en la historia humana. Sin embargo, hoy presenta características específicas y una velocidad que abre potencialidades inéditas y, al mismo tiempo, genera insospechados riesgos para nuestra sociedad.
En Chile, los cambios tecnológicos y en organización del trabajo están avanzando en áreas tan diversas como la minería, la agroindustria, la banca y el retail. En algunos casos se han reemplazado directamente ocupaciones o tareas, generándose lo que se conoce como “paro tecnológico”, (significa que una actividad o tarea realizada por un ser humano es reemplazada por una máquina física y/o virtual. En algunos casos implica la eliminación del puesto de trabajo, generando una forma de desempleo estructural; es decir, ya no se emplea este tipo de ocupaciones o tareas en el mercado laboral), en otros, habilidades laborales consideradas como calificadas se están devaluando, y el control sobre la fuerza de trabajo aumenta, generando un aumento en la intensidad del trabajo. Las transformaciones no distinguen entre trabajo manual o no manual, o entre calificado o no calificado. Mas bien distingue entre aquellos trabajadores que puedan o no puedan desenvolverse de manera eficiente con las nuevas tecnologías.
Si bien las transformaciones ponen en riesgo ocupaciones tradicionales del sector bancario, como cajeros, personal de ventas o administrativos, aparecen nuevas áreas para nuevos empleos como programadores especialistas, analistas de sistemas y técnicos en tecnologías de la información. Al mismo tiempo se modifican las competencias requeridas para desarrollar diversas y cambiantes responsabilidades, en todo caso el problema no es la tecnología en sí misma, que podría aliviar la carga de las tareas más pesadas y rutinarias, sino en cómo, la incorporación tecnológica permite mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y, al mismo tiempo, mejora la calidad de los servicios y de los productos que se ofrecen a los usuarios (clientes) del sistema. Esa ecuación, donde todos ganen es la más compleja para la banca y el sistema financiero chileno, quien en los últimos años ha rentabilizado sostenidamente su capital, alcanzando ganancias que no se condicen con el nivel salarial de quienes llaman colaboradores y tampoco, se ha traducido en un mejor y más eficiente servicio a la clientela
La tecnología y el futuro de la banca
Según el Proyecto de Ley de Innovación Financiera de la Comisión para el Mercado Financiero, la industria Fintech ha evolucionado mucho, “al 2020, el monto total del financiamiento alternativo alcanzó los US$804 MM. Esto representa un crecimiento anual promedio de un 83% desde el 2013 y un incremento de un 64% respecto al año 2019”
“Dentro de la región de América Latina y el Caribe, los montos de financiamiento alternativo en Chile durante el 2020 permitieron que el país se convirtiera en el segundo mercado más importante de la región, representando un 15% del total de montos de financiamiento alternativo”.
La creación de las Fintech tiene un potencial de mejorar el sistema financiero. Ello por cuanto, puede facilitar el surgimiento de mayores competidores, mejoras en la calidad y reducción de los costos de los servicios. Ese potencial de la industria Fintech plantea diversas interrogantes y desafíos para el mundo del trabajo.
El sindicalismo debe ser capaz de anticiparse a los fenómenos transformadores que provoca la incorporación de tecnología en los procesos laborales. Esta no es una problemática nueva, se inicia con la revolución industrial y ha estado presente en todas las etapas de transformaciones estructurales, pues se necesita conciliar el acceso al trabajo, con el aumento de la producción, el aumento de la productividad y el desplazamiento de las fuerzas productivas que provoca la incorporación tecnológica.
¿Cómo se distribuye la jornada laboral?, ¿cómo se compatibiliza ese mayor proceso de bancarización que trae aparejado mayor retorno al capital con el crecimiento de los salarios de los trabajadores? ¿Cómo se compatibiliza el agudo proceso de bancarización con la creciente concentración del sistema financiero que, para efectos de un sano mercado financiero, es imprescindible mayores actores compitiendo por intermediar con los demandantes de crédito?
Una sociedad que aspira a mejorar los niveles de vida utilizando la maravillosa creación humana como es la tecnología -que para el caso del sistema financiero se traduce en una digitalización creciente de las operaciones bancarias-, debe saber compatibilizarla con un adecuado desarrollo de los diferentes actores sociales que conforman el mercado financiero. No se entendería o sería extremadamente injusto y, además vulnerable para la estabilidad del sistema, que éste, se desarrollara sólo en beneficio del capital desfavoreciendo la parte que corresponde al trabajo.
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Christy Hoffman, Secretaria General de UNI Global Union
Ante las transformaciones digitales, los sindicatos son fundamentales
Los sindicatos fuertes y la negociación colectiva son fundamentales para proteger los derechos de los trabajadores a medida que las nuevas tecnologías cambian nuestros trabajos, dijo la Secretaria General de UNI Global Union, Christy Hoffman, a los participantes en el seminario “Data on Purpose 2023: Hacer que la tecnología sirva a los trabajadores”.
Si bien el alcance de la recopilación de datos y la invasividad de las tecnologías en el lugar de trabajo, en particular los sistemas de gestión algorítmica, ha cambiado rápidamente en los últimos años, Hoffman argumentó que las soluciones existentes pueden abordar fundamentalmente muchos de los desafíos que la tecnología plantea para los trabajadores.
“Sabemos que los sindicatos han estado negociando sobre tecnología durante décadas, por ejemplo, en la fabricación cuando la robótica comenzó a introducirse en la década de 1980. Muchos de los principios claves de ese período (aviso, evaluación de riesgos y negociación sobre la implementación y el impacto) aún se aplican en la actualidad.
“Por ejemplo, en Alemania, los comités de empresa han restringido el uso de datos individuales recopilados por sistemas de gestión algorítmica para que solo se puedan usar para evaluar el desempeño a nivel de equipo a lo largo del tiempo, no como una métrica individual por día o por hora”.
Hoffman también mencionó el acuerdo de la Communications Workers of America (CWA) en los centros de llamadas que requiere que el monitoreo se limite a horas específicas cada mes, que los trabajadores estén informados cuando se realiza el monitoreo y que el monitoreo sea con el propósito de retroalimentación, no de disciplina.
Otro ejemplo que dio Hoffman es que UNI firmó recientemente un acuerdo global con una importante empresa de centros de llamadas que exige que la vigilancia en el trabajo no sea “desproporcionada” con respecto a las necesidades comerciales. “No deberíamos simplemente aceptar que está bien tener una cámara observándote durante todo el día de trabajo”, dijo.
Este monitoreo expone a los trabajadores a estrés psicosocial y también puede provocar lesiones físicas. Hoffman señaló la alta tasa de lesiones en Amazon, donde la empresa utiliza un control extremo para impulsar el ritmo de producción. Esta presión para cumplir objetivos inhumanos también puede obligar a los trabajadores a perder los descansos legalmente requeridos.
Hoffman concluyó que “cuando las empresas cambian la forma en que hacen negocios, deben hablar con los trabajadores. Necesitan dialogar con los sindicatos y tener comités sólidos e independientes de salud y seguridad o incluso de tecnología para implementar nuevas herramientas correctamente y solucionar los problemas que surjan.”