Que el sistema financiero está viviendo un proceso de profundas transformaciones para nadie resulta novedoso. La crisis del 2008, provocada en un porcentaje importante por la irresponsabilidad, avaricia e inmoralidad de los banqueros trajo consecuencias dramáticas para millones de seres humanos en el planeta, afectando principalmente a los trabajadores que vieron perder el empleo de forma abrupta y sostenida, solo comparable con la gran crisis de los años 30, también, coincidentemente, ocasionada por el afán desmedido y la especulación del capital.
Cientos de billones de dólares hubieron de ser traspasados de las arcas fiscales al salvataje de la banca. En todo el mundo, en EE.UU, Alemania, China y la mayoría de los países llamados “desarrollados” los desembolsos de los estados fueron gigantescas.
¿Cuál fue el costo y quién lo pagó? Los estados que incurrieron en el salvataje de la banca por recomendaciones del FMI y del Banco Europeo, debieron al mismo tiempo, recortar fuertemente el gasto público, reduciendo los presupuestos para salud y atacando los sistemas de seguridad social de los trabajadores, al mismo tiempo que aumentaba considerablemente la tasa de desempleo.
Los chilenos no quedamos fuera de los efectos de la “farra” de los banqueros inmorales. Sólo por efectos de la especulación financiera y del derrumbe de las bolsas nuestros ahorros previsionales perdieron alrededor de 30 mil millones de dólares, cifra suficiente como para resolver integralmente los problemas de infraestructura hospitalaria y satisfacer la demanda que por más de cinco años vienen formulando los estudiantes por educación gratuita y de calidad.
Nuestro XI Congreso, nos ubica en un contexto muy particular. Las instituciones del Estado son objeto de un total cuestionamiento por la ciudadanía producto de la creciente corrupción. El gobierno, el congreso, los partidos políticos, la iglesia, en fin, un número creciente de la institucionalidad chilena ha sido des-cubierta y, el permanente discurso de la pulcritud y honestidad se desmorona sistemáticamente en la medida que conocemos los entramados y vínculos espurios en los que se maneja esta “clase política” chilena. Son pocos los que se salvan. La mayoría tiene sus manos sucias con el dinero empresarial, con el peor empresariado, ese que no respeta ningún derecho laboral. Sí, y aunque parezca insólito, están todos, todos transversalmente corruptos.
Los sindicatos y sus dirigentes no estamos mejor. Contamos con una dirección en la máxima organización (CUT) que es un apéndice del gobierno actual. Reproduce un discurso y una práctica que busca resguardar los intereses de los partidos en el poder más que los intereses de quienes debieran ser su mayor preocupación: los trabajadores. Eso poco importa, pues están comprometidos espuriamente con algo que no es lo nuestro, así que poco vale extenderse más allá de lo necesario.
Estamos en una fase en que el movimiento sindical carece de representatividad genuina, idónea; ello nos interpela a buscar la unidad con todos aquellos sectores que no capitulan, que pelean a pesar de las profundas desigualdades; y en especial, con aquellos que están dispuestos a llevar adelante las grandes tareas que los trabajadores venimos demandando por más de 40 años.
Nuestra organización, tampoco es ajena a los problemas derivados de la realidad política del país. No está exenta de actos de corrupción, aunque menores e intrascendentes afortunadamente. Somos parte de un sector económico, donde la mayoría de los trabajadores que representamos son personas honestas. Los trabajadores de la banca y del sistema financiero en general son portadores de una probidad difícil de hallar en otro sector económico. Eso, sin embargo no es un sello que indefinidamente pueda mantenerse. La propia política llevada adelante por algunas áreas comerciales en el sistema financiero presiona fuertemente por modificar la moral de nuestros compañeros. Buscan relativizar todo. Así, instalan sus estrategias comerciales y diseñan políticas remuneracionales que suelen sustentar en lo que han mal llamado “meritocracía”, que fuerza a la consecución de metas, muchas veces inalcanzables, salvo, que se transgredan ciertos valores, los cuales los altos ejecutivos están dispuestos a “mirar para el lado” con tal de obtener los resultados que año a año los accionistas aumentan inhumanamente.
Ese es nuestro sector, uno de los más vigorosos del país, con utilidades permanentes, con ejecutivos ganando hasta 240 veces más que un trabajador, con accionistas dispuestos a exigir anualmente mayores utilidades so pena de que aumenten las enfermedades laborales como consecuencia de las presiones y con una negativa injustificable a permitir la participación en las utilidades que generamos todos los trabajadores con nuestra humanidad.
Hoy, en medio de un clima enrarecido, con mucha corrupción, con un gobierno débil e incapaz de cumplir con lo prometido, con una clase empresarial más potente y soberbia, se legisla en materia laboral. Lo hemos dicho, esta reforma implica una involución para nosotros, no hay absolutamente ningún avance para los trabajadores, por el contrario, se abre la posibilidad de que perdamos derechos fundamentales a través de los pactos de adaptabilidad. De allí que resulte imprescindible que la estrategia que discutamos en nuestro décimo primer Congreso nos de luces por donde transitar.
La lucha por la Negociación Colectiva por rama y la lucha por una Nueva Previsión y el Fin de las AFP, forman parte de nuestro objetivo.
Estamos puestos en una disyuntiva, no es la primera vez, los trabajadores hemos debido sortear a lo largo de la historia muchos desafíos, este no será el último, sin embargo, podemos si nos decidimos, presionar por avanzar hacia una de las mayores tareas que nos hemos propuesto hace años: Negociar por rama de actividad. Como lo dijimos esta semana en el Congreso ante los senadores y ante la presidencia de la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras, no existen razones económicas, políticas ni morales que impidan que el sistema financiero comience por este proceso y seamos los primeros dentro del país los que lo logremos. Esta tarea no es fácil, sin embargo tenemos la razón y la fuerza de la verdad para hacerlo, tenemos que trabajar, para agregar la fuerza de los trabajadores para este gran objetivo.
Les invitamos pues, a participar con todas sus fuerzas, con todas sus energías, con todas sus experiencias y conocimientos adquiridos en la lucha cotidiana, en la lucha real, en la lucha de clases a llevar adelante las grandes tareas para las que hemos sido mandatados, pues mientras existan tantas injusticias, tantas diferencias salariales, el sindicato seguirá justificándose plenamente.
¡A eso les llamamos!
Convocamos pues, al Décimo Primer Congreso Nacional de nuestra organización.
EL DIRECTORIO