Christine Lagarde, que encabeza el FMI, advirtió el martes pasado que los mercados emergentes se verán sometidos a un nuevo periodo de inestabilidad, a consecuencia de la esperada subida de las tasas de interés durante el transcurso del año 2015 probablemente el próximo mes de junio, y el fin de la política de inyección de masa monetaria conocida como “Flexibilidad Cuantitativa”. Como consecuencia hay que esperar rápidas salida de capitales y devaluación de las monedas. Se repetirá la situación que ya se vivió en 2013, cuando la crisis financiera afectó especialmente a economías hasta entonces consideradas las nuevas estrellas ascendentes como la de Brasil y de Turquía.
Lo que anuncia Lagarde no es una simple crisis con un golpe de inestabilidad desestabilizador y vuelta a una nueva normalidad, está advirtiendo de lo que podría ser un deterioro permanente de la situación. Las llamadas economía emergentes, especialmente aquellas fuertemente dependientes de la venta de “commoditties” como productos agrícolas, forestales y minerales, ya enfrentan una fuerte desaceleración del crecimiento de sus economías, y un panorama de presiones en algunos casos como Rusia y Brasil en el borde de la recesión.
De acuerdo con datos del FMI, las economías subdesarrolladas – o “en desarrollo” como prefieren llamarlas – recibieron entre 2009 y 2012, ceca de la mitad de los flujos de capital mundiales del periodo.
Además los llamados “países emergentes”, exportadores de materias primas, disfrutaron de altos precios. El alza de precios de los commoditties fue muy rápida entre 2003 y 2008. Entonces estalló la crisis financiera y comenzó la Gran recesión, y los precios cayeron. No obstante los precios se recuperaron rápidamente y hacia finales de 2010 se habían recuperado, aunque en 2011 perdieron impulso, con excepción del petróleo.
La desaceleración del crecimiento de la economía China, y los esfuerzos de las autoridades del régimen asiático para hacer depender el crecimiento del consumo interno y no de las inversiones, que son ampliamente excedentarias con sectores enteros trabajando muy por debajo de su capacidad, aunque han sido solo parcialmente exitosos, junto con la debilidad global de la demanda en otros mercados, han provocado la caída de los precios de las materias primas, y al contrario de lo que había acontecido antes, el desplome del precio del petróleo.
La última semana el precio del crudo llegó a su valor más bajo en 6 años. Para algunos países como Venezuela, Nigeria cuya principal exportación es el petróleo, se trata de una catástrofe económica. Aquellas economías que son importadores netos, como Chile, pueden celebrarlo pues por arte de magia hacen un ahorro importante. Sin embargo, esta caída vertiginosa de precios deja en evidencia el mal estado de la economía mundial, y es preocupante incluso para estas naciones importadores de crudo. Lo que está detrás es una rápida caída del consumo. El derrumbe del percio del crudo no es solamente la resultante del menor dinamismo económico, la tecnología del fracking (rompimiento hidráulico de alta profundidad) con un alto costo medioambiental permitió por ejemplo a Estados Unidos reducir el año pasado en un 30% sus importaciones de petróleo. Sin embargo, el derrumbe del precio obligará a muchos productores con costos relativamente altos a salir de la producción, eso podría abrir paso a una recuperación del precio desde los mínimos alcanzados, dependiendo de otros factores como la demanda global, pero por otro lado el golpe que ha recibido la industria del fracking, puede rebotar en los bancos que financiaron con préstamos las inversiones, préstamos que ahora no podrán devolverse con la caída de precios, y tendrán que asumir pérdidas de estos créditos, así como de sus participaciones accionarias. El esquema especulativo de inversiones Forwards, basadas en la suposición que los precios seguirían subiendo, por supuesto también se ha derrumbado. Bancos y otros inversores tendrán que asumir pérdidas que se estiman del orden de miles de millones de dólares. También han caído los valores en la bolsa de las compañías petroleras y de las constructores y propietarias de infraestructura como estaciones en alta mar.
El masivo flujo de dinero dulce que recibieron las economías extractivistas durante el ciclo de súper precios de los commoditties como hidrocarburos, minerales o productos agrícolas se está acabando y con ellos ha llegado la desaceleración del crecimiento.
Se avizora un aumento de la conflictividad social porque como consecuencia también se reducen las fuentes de financiamiento para políticas sociales, especialmente focalizadas en los más pobres, que han llevado adelante los gobiernos llamados “progresistas”, sin tocar el fondo estructural de las enormes desigualdades sociales, ni los negocios de los grandes grupos económicos, e incluso ayudando a enriquecerlos más. Además la recuperación limitada de la economía de los Estados Unidos, tendrá como consecuencia el fin de la política de aumento de la masa monetaria (Quantitative Easing – Flexibilidad Cuantitativa) y el aumento de las tasas de interés, hasta ahora muy bajas, que hacían atractivos para muchos capitales los mercados “emergentes”. Combinados estos factores tenemos que esperar fuertes presiones sobre las monedas emergentes latinoamericanas, y retirada de masas de capitales especulativos de la región, y también en otras zonas como India y Turquía.
El alza de las tasas de interés tendrá igualmente un efecto de incremento del costo de los servicios de la deuda externa para estos países. El Banco Internacional de Pagos (Bank for International Settlements) advirtió a fines de 2014 que existe el riesgo potencial de repetición de las crisis de deuda de los mercados emergentes de los años 90 (crisis asiática, tequilazo, crisis argentina…) por el importante aumento de la deuda de los países emergentes con préstamos bancarios, desde 2008 en adelante.
Por Patricio Guzmán S.