Por Luis Mesina
Han transcurrido sólo cinco días desde el monumental triunfo del Apruebo contra el Rechazo. Un 80% de la población se pronunció contra un 20%. Todas las comunas populares y medias, contra las tres comunas más ricas del país donde viven los grandes empresarios y la mayoría de los líderes de los partidos políticos.
El triunfo no fue solo una expresión de una mayoría que desea acabar con la Constitución espuria del dictador, sino que también fue una gran victoria de la población contra los que cambiaron la Asamblea Constituyente por la Convención Constitucional, fue un mensaje claro y rotundo a los “políticos tradicionales”. La gente se cansó de la democracia representativa y demanda participación.
El sentimiento general que se expresa de mil formas, en las calles, en pequeñas asambleas por el cuidado al contagio y por las redes sociales, es que la ciudadanía desea que la nueva carta fundamental la escriban los que han luchado. Los verdaderos artífices de estos cambios, el movimiento social en todas sus expresiones. No quiere, porque no confía, delegar su representación a los partidos de siempre.
Todo proceso plebiscitario es desafiante, en especial en nuestro país que no tiene tradición sobre esta forma de consultar la opinión de sus habitantes. Los plebiscitos de los que se guarda memoria, están asociados a fraude pues se efectuaron bajo la tiranía. El más recordado ocurrió hace 32 años, el plebiscito del SI y el NO. Ganó el NO; pero se aplicó la política económica que sustentaban los del SI.
Hoy, los tramposos de esa época nuevamente desempolvan a sus líderes y también sus viejas prácticas y conductas. Se resisten aceptar que el pueblo no les tolera y los repudia. Buscan desesperadamente hacer parecer que las cosas están cambiando; para que todo permanezca casi igual. Tratan de repetir la fórmula que les diera éxito hace 32 años, ahora con nuevas palabras intentarán por todos los medios apropiarse del Apruebo para que se impongan los intereses del Rechazo.
Su estrategia, ahora es levantar candidaturas independientes para el proceso constitucional. Así, han surgido en estos cinco días innumerables candidaturas independientes, todas las cuales en realidad responden a determinados intereses.
Lo que busca el sector minoritario del Rechazo, es provocar la mayor cantidad de postulantes “independientes” pero funcionales a su política. Mientras más se presenten, más grande será la división y dispersión. Cuanto más candidato desprovisto de representación real se declaren postulantes, más grande será la confusión.
La derecha apuesta, como lo hizo hace 32 años apropiarse el triunfo del Apruebo para convertirlo en la política del Rechazo.
¿Qué es entonces lo que está en juego en este corto periodo? Varias cosas. Está en juego la posibilidad de cambiar las cosas, de avanzar hacia el diseño de un país verdaderamente democrático, donde los derechos sociales que tanto se han demandado puedan efectivamente ser garantizados y ejecutados por las mayorías que los reclaman. Está también en juego y es quizá lo más importante, la refundación de nuestro Estado. No es baladí plantear esto. Son poco más de doscientos años de vida republicana y nunca hemos tenido al frente -aunque sea pequeña-, la posibilidad de diseñar un Estado con el concurso de la población.
Siempre ha sido la oligarquía quien se ha reservado para sí ese derecho. Ha contado con el poder económico y, también, con el apoyo de la fuerza militar. Las tres constituciones que han regido el mayor periodo de nuestra historia emanaron de convulsiones trágicas, cuyo costo lo pagaron con sus vidas muchos compatriotas.
Hoy, se produce por primera vez esta posibilidad, y debiéramos hacer el máximo de esfuerzo por no farreárnosla. Los más de dos mil prisioneros de la revuelta que aún no recuperan su libertad, los mutilados, los asesinados no lo merecen, no es justo.
Está también la posibilidad de que las cosas en estos dos meses no avancen y se haga casi imposible que los candidatos a constitucionales independientes del movimiento social puedan llegar a triunfar, lo cual, también sería decepcionante, pues los partidos, que han sido cuestionados, tendrían el monopolio del qué hacer y terminarían con la careta de independientes, imponiendo a sus mismos personajes que lejos están de representar a las mayorías. Podría ser, nuevamente, un triunfo a lo Pirro.
Sin embargo, está del lado de las mayorías la fuerza incansable que ha expresado el movimiento social. A un año de la revuelta, el domingo 18 de octubre en todo el país fueron miles que, desafiando la pandemia, salieron a conmemorar ese aniversario, rindiendo respetos y homenaje a los caídos y, a la semana siguiente, hace cinco días a expresarse con fuerzas con ese resultado apabullador contra los del rechazo.
Nuestro país está siendo observado en la vitrina mundial. Es el paradigma chileno el que puede ser despedazado por la ciudadanía y eso llama la atención. Es la sociedad de los negocios que se acabaría; la privatización de los derechos sociales, la salud, las pensiones, la educación y el agua. Eso es lo que está en juego.
Acabar con 40 años de abusos e injusticia o seguir prisioneros de un Estado abusador que solo defiende el interés de un puñado de privilegiados.
El siglo XXI exige que nos pongamos a la altura de este periodo acabando definitivamente con la injusticia y desigualdad que tanto daño nos ha provocado.De nosotros depende.