Por Luis Mesina
El mes de julio de este año deberá ser recordado como uno de los más importantes de los últimas tres décadas. No es exagerar. En términos de conquistas reales, es quizá el mes, en que se ha conseguido el triunfo más importante del pueblo y por eso jamás será reconocido en los medios tradicionales como tal.
Es peligroso para el poder hacerlo y decirlo. Si la ciudadanía infiere que, como resultado de su fuerte presión, ejercida por todos los medios de que dispone, especialmente a través de las redes sociales pudo conseguir esto, entonces, cuál sería el problema de preguntarse porque no ir por más. En especial, cuando estamos entrando en poco tiempo, a un proceso relevante que es el plebiscito del 25 de octubre.
Muchos hemos sostenido desde hace años que el modelo chileno, tan difundido en el exterior por los últimos gobiernos, solo ha sido posible de sostenerse porque liquidó en 1980 la Seguridad Social en Chile y se apoderó ilegítimamente de ese gigantesco caudal de recursos que ha ido directamente a inyectar dinero fresco, mes a mes, al financiamiento de la economía y, en particular, a una clase empresarial que se acostumbró a utilizar esta fuente de recursos para la expansión de sus negocios, importando poco, si ello destruía las pensiones de millones de chilenos y chilenas.
El resultado de este sistema privado de pensiones a cuarenta años ha dejado profundas cicatrices que no serán fáciles de borrar, salvo, con una cirugía mayor, cuestión que por cierto la élite empresarial, que se ha beneficiado de este sistema no desea y sigue moviéndose entre bambalinas para impedir nuevos cambios o cambios profundos que amenacen los privilegios que ha conseguido con las AFP, y que nos ha dejado secuelas de profunda desigualdad que con la crisis sanitaria y el estallido social de octubre, han quedado de manifiesto y resulta complejo seguir ocultando: la fuerte concentración de la riqueza, un gasto fiscal enorme en pensiones y, lo más trágico, un nivel de pensiones para una inmensa mayoría que son una verdadera vergüenza.
¿Por qué podemos señalar entonces que es uno de los triunfos más importantes de estos últimos 30 años? Porque los y las trabajadoras que han acumulado mucha riqueza, podrán disponer de un 10% para enfrentar las contingencias derivadas de la crisis actual.
No es menor, estamos hablando entre 15, 18 o tal vez, 20 mil millones de dólares que irán a parar directamente, por vez primera, a los y las trabajadores, impactando inmediata y significativamente la economía del país.
Todos los economistas y políticos que auguraban el apocalipsis y la destrucción del país si se permitía el retiro de este ahorro, han sido apabullados por la evidencia de los hechos. Esta gigantesca cantidad de recursos que se gastarán internamente serán una gran inyección para evitar que la economía siga cayendo, es decir, se confirma que son los y las trabajadoras quienes no solo crean riqueza, sino que, el fruto de su trabajo cuando está en sus manos, es reactivadora y es progresiva.
Es importante además este mes de julio que termina, porque se le ha asestado un duro golpe a aquellos sectores que durante años han tenido el monopolio de la información. La derecha más reaccionaria, cómplice de la tiranía no se ha detenido en desarrollar las campañas del terror. Siempre ha sido así, cada vez que se avizoran cambios en beneficio de las mayorías reacciona con la manipulación, la mentira y el engaño. Por ello, es importante este gran triunfo obtenido, no como dádiva del poder, sino al contrario, por la presión sostenida del pueblo que ejerció su derecho.
Ahora las cosas no serán tan fáciles para quienes han dirigido los destinos del Estado en estos 30 años. Sienten, perciben que el grito que millones corearon desde octubre en adelante es una realidad. El “pueblo despertó” no es una metáfora, es la expresión material de millones de habitantes de nuestro país que hubieron de soportar por tanto tiempo la desigualdad, la injusticia y la impunidad con la que gozan los que cometen delitos de cuello y corbata.
Es cierto, el pueblo despertó, y los somníferos que los matinales han estrenado durante todos estos meses de pandemia, no les ha servido. Por el contrario, han sido el mejor combustible para mantener alerta y conscientes a los millones de habitantes de este territorio que hacen posible que el país camine. Ya no será posible detener a esta ciudadanía que empoderada de derechos, quiere y exige más y, no se contentará con menos, mucho menos con migajas que buscan arrojar los que se han servido del Estado y de un sistema previsional para provocar la más grande desigualdad social en nuestro país cuyo efecto es la pobreza y no al revés como tantas veces han tratado de hacernos creer.
Chile despertó, y vamos por más. Como señaló el propio José Piñera cuando promulgaron el Decreto Ley 3.500 en 1980 que dio origen a este fracasado sistema de ahorro forzado, esta es la “Madre de Todas las Batallas”, y tenía razón, ha sido y es, la piedra angular sobre la que se ha construido toda la arquitectura del sistema político, económico, social y cultural de nuestro país. Y como todas las grandes batallas, para que se ganen, precisan de una fuerza arrolladora y mayoritaria que impulse y garantice el triunfo que se ha propuesto. La estocada al corazón del sistema, con este retiro del 10%, es sin duda el preludio de la batalla final que acabará definitivamente con la estafa más grande de la historia chilena, Las AFP.